Me encuentro
atravesando el arco iris.
El contacto con los
colores me transforma,
mi piel se adapta al
cambio, como mi mente.
Aquí no tengo que ser, aquí deseo ser...
Ya no escucho los
gritos de la rutina.
El viento genera en
mí la calma perfecta.
El sonido que
producen los árboles con su danza eterna,
se convierte en la
música que me acompañará hasta el final.
Dejo de ser un
cuerpo.
Aquí me transformo en infinitas partículas,
que caen deslizando
sobre la tierra.
Como la lluvia,
como pequeñas gotas que
absorben fragmentos de historias,
y que luego las
devuelven al aire;
y así, nuevamente, se
formará el arco iris.
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